El costo de vivir día a día está por las nubes, y no es una exageración. Según el diputado Londres Botello Castro, la canasta básica ha escalado más de un 29% en los últimos cinco años, dejando a la mayoría de los ciudadanos con un poder adquisitivo cada vez más menguado.
Los datos son claros: productos como limón, pasta para sopa, cebolla, pan y aceite han encabezado la lista de aumentos desmesurados. ¿Qué implica esto? Que los elementos esenciales para una alimentación y vida digna se vuelven inalcanzables para muchos.
¿Qué es esa canasta básica? Se trata de un conjunto de bienes y servicios indispensables para la subsistencia de una familia. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), incluye 82 productos genéricos, la mayoría alimentos y bebidas no alcohólicas.
Pero el drama no termina ahí. Además de la comida, se consideran los costos de transporte, vivienda, servicios básicos, comunicaciones y hasta salud. Todo suma y, lamentablemente, resta en el bolsillo de la gente.
Los expertos de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) afirman que, para cubrir una dieta mínima, en enero de 2019 se requerían alrededor de mil 218 pesos por persona en zonas rurales y mil 600 en áreas urbanas. Sin embargo, en febrero de 2024, estos montos se dispararon a mil 756 y 2 mil 293 pesos, respectivamente.
La inflación está a la orden del día, y los salarios simplemente no dan para más. Según la presidenta de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (CANACO), Nayeli Vitorino, en el estado se ha acumulado un 20% de inflación desde enero.
La carne, ese alimento básico, ha visto un aumento del 15 al 17%, llegando a precios de hasta 225 pesos por kilogramo. Y así, la lista sigue creciendo, mientras que el poder adquisitivo de la gente se desploma.
Ante este panorama desolador, el Partido Acción Nacional (PAN) promete no quedarse de brazos cruzados. Su compromiso es claro: trabajar para que los más desfavorecidos dejen de serlo, fortalecer a la clase media y proteger el poder adquisitivo. La pregunta que queda en el aire es ¿cómo?